Nuestros caminos se cruzaron hace más de una década y, en todos estos años, he sido testigo de la incansable
transformación artística de Helena. Desde que la música entró en su vida tuvo claro que iba a luchar con garras para
conseguir su sueño. En ese momento pasó todo. En menos de un año, aprendió a tocar y compuso su primer álbum.
Recuerdo el día que llamó a mi puerta con el maquillaje corrido, casi desgarrándole la cara. Con los ojos rojos y esa
valentía inhumana que siempre tuvo me dio la noticia: “Dejo la interpretación”. Ahora la entiendo, necesitaba
desahogar todo lo que lleva dentro en letras y notas.

Helena es pura sensibilidad, ya nos lo demostró en Little Tiny Blue Men (Ernie, 2014), cuando sacó al exterior la fuerza
que nos había escondido durante tantos años, descubriendo una voz sensual, pero también aniñada. Letras cargadas
de una melancolía inocente, aderezadas con toques de pop-folk, que nos arrancan tímidas sonrisas sin darnos cuenta.
En su debut en castellano descubrimos a una Helena madura, que se siente libre y ha encontrado esa estabilidad que
venía buscando desde que puso un pie en el mundo real. En este álbum se ha encontrado consigo misma y puede
presumir de haber dado con un sonido electrónico que rompe y, para más inri, en un idioma en el que antes no se
había sentido cómoda. Menos mal que ella no sale corriendo cuando las cosas se ponen difíciles. Mejor enfrentarse a
ellas.

Viajando por La rama dorada iremos descubriendo la increíble habilidad de Helena para dibujar paisajes: empieza
como un huracán desgarrador en Todo para mí para llegar a la calma en Tanto tiempo, dando guerra en la pegadiza
Dulce Juana, convirtiéndose en la estrella del escenario en Ahora tú, pasando por la mujer luchadora en Ya no voy,
de la Lolita huérfana de amor en Cómo, cuándo, dónde y por qué a la soñadora provocadora en Pequeño gran
tortazo.

Helena Goch esconde muchas sorpresas en este segundo álbum, una de ellas es Tengo que salvarte, a dúo con Julio
de la Rosa, dos voces que se dejan seducir y seducen. Como colofón, la canción nos deleita con unas sabias palabras
del gran Cortázar en las que divaga acerca de la cruda invención del ser humano y nos arrastra a la cárcel del tiempo
donde hoy todavía vivimos.

Siempre admiraré el afán de esta princesa del vestido roto por ser la reina del baile, su vitalidad contagiosa que
regala a su fiel público en cada concierto. Helena Goch, la amante de lo prohibido, ha vuelto con más fuerza que
nunca para recomponer los corazones rotos y, como no le gustan los caminos rectos, pretende aventurarse por esta
carretera llena de curvas, tropezar, levantarse sin mirar atrás y, finalmente, alcanzar la meta. Eso sí, esta vez llegará
sin dejar que el rímel le manche la cara.

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Entradas anticipadas 9€ en:

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Entradas en taquilla 11€

Apertura de puertas: 22:30h.

25 marzo
22:30

Sala Wah Wah

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